mira & muerde & golpea & vence
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Para conocer realmente las sensaciones que produce el shibari, hay que experimentar el shibari. A pesar de que pueda sonar trillado, es así, es necesario probarlo para comprenderlo de verdad.
Un arte con varios siglos de vida, que tiene su origen en una técnica empleada por los samuráis para inmovilizar a sus prisioneros, que con el paso del tiempo ha ido ganando notoriedad y carácter sensual. La influencia entre oriente y occidente ha ido conformando en ambas direcciones el shibari, que literalmente se traduce del japonés como “atadura”. Creado por hombres para ser usado con otros hombres, el shibari actual mantiene una dinámica imperante de hombre-ata-mujer, si bien cada vez son más las féminas maestras en estas técnicas y mayor la demanda masculina en lo que a ejercer de sujeto atado se refiere.
El shibari es un viaje, la atadura es un fin en sí mismo, no busca inmovilizar con una finalidad posterior, como ocurre en el bondage más conocido por estos lares. Cada sesión de shibari empieza en el momento en que la primera cuerda toca y se une a la piel, y termina en el momento en que se separan definitivamente.
Este arte es sutileza, confianza, trance, movimiento, roce, zen, sexualidad (pero un concepto de la sexualidad alejado del de la sociedad occidental), introspección, liberación.
Entran en juego multitud de factores, como el tacto de las cuerdas de fibras naturales elaboradas principalmente con yute, lino o cáñamo; esto se suma a lo citado anteriormente, conformando todo una burbuja, un período de tiempo de conexión entre el nawashi (el atador) y el atado. Con cada sesión de shibari pueden aflorar sentimientos imprevisibles: en ocasiones las sesiones pueden tomar un cariz más erótico, más espirituales, de liberación psicológica, etc.
Se crea una especie de triángulo mágico formado por maestro, cuerda y atado. Dentro de él circulan emociones, que en un vaivén, con la cuerda como elemento conductor, pasan del atador al atado, y viceversa.
El hermetismo de este bondage japonés en Europa se está rompiendo a pasos agigantados en los últimos años, especialmente en Rusia y Alemania, de donde están surgiendo cada vez más destacados maestros que, con giras internacionales por el viejo continente, contribuyen a crear un clima de aceptación y sana admiración por este arte con más de seiscientos años de antigüedad. En Japón, el shibari está mucho más insertado en la sociedad, y los maestros nawashi más importantes incluso tienen sus propios dojos y teatros en los que enseñan y exhiben sus técnicas.
Al contrario de lo que pueda parecer, el arte de atar no produce dolor, no busca causar daño. Con la inmovilización, a través de la sensación física, se busca una sensación diametralmente opuesta, la de liberación mental. A fin de cuentas, podríamos considerarlo un regalo por parte de Asia, pues este tipo de escape es el que más necesita el ser humano occidental.
Pablo Luque
Una sesión de Shibari-Bondage en un espectacular hayedo en Riaza Segovia ,
protagonizado por Emma Francés y Antonio Shibarita ,realizado por Pedro Vikingo y ayudado por Manu Peinado
con lencería de Oysho.